Talento científico, racismo y migración: Leandro vuelve a casa
Leandro Castañeyra es un científico majorer que ha regresado a Canarias con una historia de superación, racismo y migración. Neurocientífico, formado en la Universidad de La Laguna, vuelve a casa tras casi una década en Estados Unidos, donde hizo carrera investigadora, formó una familia, y vivió en sus carnes la experiencia del migrante
Leandro lo mismo te coge un pulpo que te descubre un tratamiento para una enfermedad que afecta a bebés prematuros de todo el mundo. Es tan capaz de irse de parranda sin hora de regreso (cuando toca), como de hacer podio en una carrera popular sin entrenar siquiera. Resulta difícil mantener distancia con alguien que se crio contigo, y a quien todo el mundo quiere por su vitalidad, su carácter desenfadado, y porque sencillamente, es un gran tipo.
Pero no está aquí por eso. Esta pieza, fruto de su entrevista en Fuerteventura Digital a primeros de septiembre, es la historia de un joven investigador majorero que triunfó en Estados Unidos, que formó allí su familia, y que vuelve a casa con una gran historia que entremezcla esfuerzo, superación, amor, racismo y migración.
Un científico con alma majorera
Leandro Castañeyra Ruiz se crio entre Puerto del Rosario y La Laguna. Allí se licenció en Biología y se hizo doctor en Biomedicina y Biotecnología, formación que amplió con un postdoctorado y un contrato de investigación en la Universidad de Washington, en Saint Louis (Missouri), desde 2016. Allí conoció y se casó con Briana, para después mudarse a California en 2021, con una oferta aún más atractiva del Children’s Hospital of Orange County (CHOC). Este curso ha regresado a la Universidad de La Laguna, gracias al programa de recuperación de talento científico Beatriz Galindo, que cuenta con tan solo un centenar de plazas para todo el país.
"Estoy súper ilusionado. Siempre he estado buscando la manera de poder volver y ahora lo conseguí", dice sonriendo. Por el camino, Leandro ha acumulado cerca de cuarenta publicaciones en revistas científicas, y alcanza casi las mil citas en investigaciones internacionales -algo muy poco habitual en un científico de su edad-, además de haber montado dos laboratorios en Saint Louis y en el CHOC, y conseguir más de dos millones de dólares en financiación para desarrollar sus investigaciones.
Su línea de trabajo se centra en la hidrocefalia pediátrica, una enfermedad que desarrollan los bebés nacidos prematuros, hasta un cincuenta por ciento si el trauma que origina la enfermedad, una hemorragia cerebral, es del nivel más grave. Hoy en día, la hidrocefalia se trata "en plan fontanero", explica el científico para hacerse entender, con un catéter, un tubo, que el niño o niña tiene que llevar toda la vida en la cabeza, para drenar el exceso de líquido que se genera.
Los trabajos de Leandro Castañeyra y sus camaradas se han basado en desarrollar un fármaco testeado con éxito en laboratorio. No es una cura, pero sí han conseguido demostrar que si se aplica pronto, "hay una ventana de tiempo en la que se puede tratar al bebé, moderar esa inflamación, y evitar que desarrolle hidrocefalia". Ese posible futuro fármaco es el calpeptín, que funciona como inhibidor de la calpaína, un enzima que, según su hipótesis, es la causante de la inflamación.
"Nosotros lo que intentamos es entender los mecanismos. Hemos visto que existe un proceso inflamatorio que induce la enfermedad, y cuando inhibimos la enzima en ratones, conseguimos que no desarrollen hidrocefalia". Todavía es pronto para que ese tratamiento llegue algún día a los hospitales, pero los resultados les dan la razón de manera abrumadora: "De los ratones a los que aplicamos el inhibidor, el 0% desarrolla la enfermedad, frente al 40% que sí lo hace de forma natural".
Para llegar a este punto, el proyecto planteado por Leandro desde sus primeras investigaciones ha conseguido una inversión de 1,56 millones de dólares del Departamento de Defensa de EEUU, porque resulta que entre todos los militares que regresan del frente, la mitad de sus bebés nacen prematuros. Conseguir ese proyecto es "mi mayor logro", señala el neurocientífico, aprovechando para desmentir la creencia de que en Estados Unidos la inversión investigadora se produce en el ámbito privado.
"¡No es verdad!", protesta incluso riendo. "La mayoría de mi financiación en Estados Unidos ha sido pública. Son un país capitalista, y entienden que la base de la economía es el conocimiento, y que luego las empresas desarrollan los productos. Pero muchos de los grandes descubrimientos aparecen sin pensar en el dinero, y eso solo lo sostiene la financiación pública".
En ese sentido, asegura, no es tan distinto de España o Europa, y la diferencia estaría en que allí, las empresas sí están mejor preparadas para captar ese conocimiento, con vistas a desarrollar luego productos comerciales. "Eso lo tienen, la facilidad y la mentalidad de hacer negocios. Yo tenía un montón de reuniones para transformar productos", reconoce Castañeyra. De modo que "yo sabía que lo que tenía que hacer era conseguir fondos. De cada millón y medio de dólares, unos 600.000 iban para la institución. Así que cuando dije que quería volver a España, preferían dejarme seguir en remoto antes de perder ese dinero".
Por eso, por su experiencia personal y profesional, considera que las políticas de recorte del Gobierno de Trump son "asesinas". "Yo tengo cinco proyectos como investigador principal, y los dos más grandes han salido de financiación pública, de los impuestos de la gente. Pero sé de colegas que ganaron proyectos y luego no recibieron el dinero". En un nivel más amplio, continúa, recortar en sanidad e investigación al final resulta en "dejar a gente sin trabajo. Y yo creo que gente pobre, o con discapacidad, acabe viviendo en la calle o muriéndose antes de lo que debería".
EEUU vs Europa
En su caso, el cliché de la sanidad mercantilizada de la sociedad norteamericana se ha cumplido al cien por cien. "Allí pagábamos 800 dólares al mes por el seguro de salud. Pero solo te cubre gastos a partir de 7.000 dólares". Nada más que los partos de sus dos hijos "nos costaron 14.000 dólares, y terminamos de pagarlos tres años después. Es una locura". También sufrieron las carencias sociosanitarias por el rechazo a su primer hijo en común, que tiene autismo. "Lo echaban de las guarderías porque no sabían cómo tratarlo. Aquí, aunque tengas que esperar, siempre está la sanidad pública. Allí no. El día que desaparezca la pública en Europa, estaremos jodidísimos", aventura con rotundidad.
La familia de Leandro y Castañeyra y Briana Beck tiene tres hijos: los dos nacidos del matrimonio, Bentor y Lydia, y el hijo anterior de ella, Brandon, un muchachote de gran corazón que juega al fútbol —allí es una estrella adolescente—, y que nada más llegar a Canarias lo ha fichado el Juventud Laguna de Tenerife. Briana y su familia son de raza negra y viven en Saint Louis, un top veinte de las ciudades más violentas del país, donde "a menudo escuchábamos tiroteos", recuerda siempre Leandro. Y aunque le ha dado una gran educación "a mi niño" -"my boy"-, y sabe que no va a meterse en problemas, cada vez que llegan a un lugar nuevo, Briana lo manda a presentarse y saludar a los policías de la zona.
Que sepan quién es, "por si acaso", ha contado muchas veces, porque siente un miedo real a que le peguen un tiro "solo por su color de piel".
Estos casi diez años en la primera potencia mundial le han dado a Leandro para vivir el cambio en la política global. Allí vio pasar cuatro presidentes, Obama, Trump, Biden y de nuevo Trump, que llegó al poder cambiando la narrativa, diciendo sin tapujos que los migrantes, los aliens, son "violadores y asesinos". En esa primera etapa "lo noté enseguida en el ambiente. Me acuerdo que hasta el padre de Briana, que es negro, me decía: Me hicieron recordar cuando yo era joven y los blancos me maltrataban".
La familia también sintió el racismo cuando Brandon tenía 13 años. Le gustaba una chica, pero sus padres no la dejaban que se vieran. "Le dijeron: No quiero que te juntes con esa clase de gente. Eso te destroza, porque como padre, ¿cómo voy a dejarle a ir a una casa racista, donde le pueden maltratar?".
Así que por todos estos factores, el joven majorero y su familia han decidido reiniciar su vida de vuelta a España, aunque aquí ganen menos dinero. Canarias recupera a un científico formado en la tierra, y la familia la tranquilidad de vivir en las islas. "Yo intentaré estar a la altura, porque siento que me traen como un investigador importante. Trataré de conseguir financiación, y crear un laboratorio independiente". Mucha suerte Leandro, y bienvenido.
"Estuve nueve meses sin trabajar por el racismo, me destrozaron la vida”
El episodio más duro para Leandro Castañeyra durante sus casi diez años en Estados Unidos tuvo que ver con su experiencia como migrante. Todo ocurrió porque aun teniendo un visado como investigador, "decidimos aplicar al green card por matrimonio. Me daba a mí más facilidades para poder moverme".
En un momento dado, viajó a España para ver a la familia y renovar su pasaporte. Pero al volver, la funcionaria que llevaba su caso le denegó la green card. "Cuando fuimos la primera vez, nos trató fatal. Creo que vio a una mujer negra con un latino, porque muchos no diferencian, todos somos mexicanos de mierda", recuerda del desprecio que sintió. "Cuando pregunté si todo estaba bien, se quedó callada, y eso nunca se me olvidará". Desconocía que si salía del país, el trámite se anula. Pero ella, esa funcionaria blanca, no les avisó de que sí podía renovar el visado de estudiante, que se le caducó. "Lo que hizo yo creo que es ilegal, porque sabía que mi solicitud iba a ser denegada, y se calló".
"Estuve nueve meses sin poder trabajar, y la financiación para mi universidad quedó paralizada por su culpa. Entré en depresión. Briana estaba embarazada. Había cazas de inmigrantes y yo tenía miedo de salir a la calle. Fue el peor momento de mi vida", recuerda con tristeza. Porque, además, ahora ha vivido una situación similar con el regreso a Canarias, con los mismos problemas para Briana, pero al revés. Ni siquiera el matrimonio con un español, dos hijos en común, un contrato europeo de trabajo para Master Card, impidieron una espera de ocho meses, y que estuvieron a punto de volverse a Estados Unidos, porque ella no podía vivir legalmente en España.
"Si para mí es así, "no quiero ni imaginar cómo será para los migrantes de África…". Una vez resuelto el trámite, Leandro lanza un mensaje claro. "El racismo es retórica. Lo sufrí allí y lo veo ahora aquí. Lo mismo que escuchaba en EEUU sobre los latinos lo escucho en Canarias sobre los marroquíes. La inmigración no trae delincuencia: trae riqueza y bienestar".
El presente reportaje es fruto de una colaboración entre Fuerteventura Digital y Diario de Fuerteventura, publicado en esta última cabecera en septiembre de 2025.