En el municipio de Pájara, entre la capital histórica y la playa de Ajuy, se encuentra el taller de uno de los artistas más singulares de Fuerteventura. Entre bloques de piedra, piezas de metal, herramientas y fotografías de sus obras y de artistas que admira, como César Manrique, se ha forjado la carrera de un escultor autodidacta.
Juan Miguel Cubas nunca tuvo oportunidad de salir a estudiar. Aprendió a base de ensayo y error, radial y soldador en mano, sin apenas utilizar bocetos ni maquetas, algo que explota la cabeza a otro escultor que sí pasó por la facultad de Bellas Artes. Para el profesor de la Escuela de Arte Roberto Canedo la precisión de Cubas trabajando así "es una marcianada".
La conversación entre ambos artistas, reflexionando sobre técnicas, materiales, el sentido del arte y su trascendencia... es el hilo conductor del tercer episodio del videopodcast Mares de Jable, en el que el escultor majorero desvela su gran sueño.
El valle de las esculturas, "mi mayor ilusión"
La mayor ilusion de Juan Miguel Cubas es crear un parque escultórico insular, en algún valle perdido de Fuerteventura, un espacio concebido en su mente como un destino cultural y paisajístico.

“Llevo mucho tiempo dándole vueltas a tener un parque escultórico insular, en un valle perdido, que la gente vaya ahí solo a ver las esculturas.
Que no pasen por casualidad, sino que tengas que buscarte la vida para llegar, y que cuando llegues, veas obras de ocho o diez metros, separadas, con muros de piedra, vegetación, zonas para lectura… y pases el día entero disfrutando del entorno”.
La propuesta integra una concepción del espacio desde el punto de vista de la escala y la proporción, sin olvidar la preservación del paisaje y el territorio. De ahí la importancia de "acceder desde lo alto", y disfrutar del parque a continuación desde su interior, pasando por debajo de las esculturas. Eso sí, "siempre mirando el medio ambiente”, subraya, y admitiendo el reto de luchar con los políticos, "que es lo más jodío”.
El método Cubas: sin maquetas ni bocetos
"¿Trabajas directamente o haces maquetas? Porque cuando vi la cabra pensé: Este es capaz de tirarse a la piscina sin maqueta”, pregunta Roberto Canedo. A lo que Cubas responde:
“Algunas veces hago maqueta cuando me lo piden. La cabra la hice primero pequeña, de un metro, sin pensar en grande. Uno del Cabildo me preguntó si sería capaz de hacerla de cuatro… y yo me fui a ocho. Para trabajar en mi casa, no hago ni dibujo; como mucho, algo simple”.
Sobra una obra ya icónica en la isla de Fuerteventura, ubicada en Pozo Negro para dar la bienvenida a Feaga, Cubas confirma las sospechas de Canedo, y reconoce que ni siquiera él mismo sabía cómo iba a quedar.
"En ningún momento vi yo la obra terminada. Yo me ponía al lado de la pata y decía, ¡me cago en la puta, vaya pata! Y me jalaba pa' atrás con la cabeza, porque la hice separada: ¿Esto no será mucha cabeza? Hasta que la llegó la grúa, la enderezó, y digo, ¡coño! Mejor de lo que esperaba", recuerda sonriendo.

El artista confirma que su método habitual es el de trabajar directamente sobre la obra. Canedo insiste, señalando la pieza de cubas dedicada a los campesinos de la isla, exponiendo que si bien en la extracción, en alusión a la escultura, puede ser más sencillo, en "en figuración (metal), es difícil mantener proporciones y armonía. Hacerlo sin maqueta me parece una marcianada”.
“Esa no tenía proyecto ninguno. Empecé por el burro, luego la señora y después el hombre", responde el escultor de Pájara. "Sin modelado previo, ni nada".
Las raíces de un artista autodidacta
“De niño dibujaba. Las únicas asignaturas que aprobaba eran educación física y manualidades. Siempre sobresaliente. Luego pinté al óleo, hice varias exposiciones; lo dejé a los 18. Con 17 trabajaba de decorador para el ayuntamiento: escenografía de carnavales, escenarios… y seguía dibujando”, relata el escultor sobre sus inicios. Se le daban bien el dibujo y pintura, pero la escultura no llegó a su vida hasta cumplidos los treinta años.
Como indica Canedo, la escultura es de por sí una disciplina dura, y además es difícil acceder a ella. Más aún, saliendo de Pájara. La puerta se abrió para Juan Miguel Cubas con el simposio de Puerto del Rosario, cuando Toño Patallo le invitó a participar a principios de siglo, primero trabajando en piedra y luego en metal.
De la piedra al metal: un giro decisivo
Su llegada a la primera línea fue en los primeros años del Simposio Inernacional de Escultura de Puerto del Rosario. “Toño Patallo me preguntó si sabía soldar. Dije claro, desde que tenía 14 años. Lo que no sabía era hacer una obra como tal. La primera fue la cremallera al lado del Palacio de Congresos”.
A partir de entonces, el metal se incorporó a su lenguaje creativo. "Como soy más figurativo, empecé a buscar cómo dar forma a cuerpos humanos, a trapear piezas pequeñas y doblarlas a martillazos; un curro que te cagas”. "Me gusta más trabajar en el metal", reconoce, "porque el metal me da más detalle que la piedra, la piedra es una cosa tosca".
Pasó de participar en simposios, a organizarlos él mismo. Recuerda que "estuve siete años intentando hacer un simposio", hasta que le apoyó la Concejalía de Cultura de Pájara, entonces con Rosa Bella Cabrera:

"Me dijo un día, oye, quiero hacer algo nuevo, qué podemos hacer. ¡Un simposio, tío! Yo contaba aquí, con el hotel Escuela del Ayuntamiento. No necesitaba hotel, y allí les daban de comer". Los simposios, asegura, "son relativamente fáciles de organizar, los escultores que vas a traer y poco más. Lo importante es tener el dinero para pagar, y para los materiales". Pero "es más complicado ver que los políticos te apoyen"
El mensaje en la materia
Juan Miguel Cubas es un majorero de pura cepa. Se expresa en un lenguaje llano y directo. El estereotipo de artista refinado contemporáneo, cuyo discurso por rebuscado, tiene más carga de literatura que la pasticidad de su obra, es lo más alejado que puede haber del escultor de Pájara. Pero eso no significa que no haya una reflexión detrás. “La diferencia que tiene un escultor de un pintor es que el escultor controla el espacio", debaten ambos artistas.
“Cuando trabajo libre, que no me imponen un tema, procuro dar mensajes", explica, y pone como ejemplo "la ‘Metamorfosis’ que tengo en Francia, la libélula, que va dedicada a las personas transgénero. O la espiral con dos cabezas de cabra en Morro Jable, dedicada a la lucha con nosotros mismos, con una enfermedad o con el reto de superarte cada día”, relata Cubas.
Muchas veces responde con picardía y humor, como con su escultura del rinoceronte del tiempo, una reflexión sobre cómo el ser humano destruye la naturaleza. Cuenta Cubas que la gente le pregunta: "¿Y el reloj funciona? Y digo sí, pero solo cuando camina. Y se quedan pensando...”.
"Con que me recuerden, me basta"
“Con que me recuerden, yo tengo bastante. Cómo, o de qué manera, me da igual. Que me recuerden por estar siempre contando chistes, que me recuerden por estar siempre de fiesta, que me recuerden por la obra... Lo importante es que te recuerden", reflexiona el artista majorero.

"En Pájara me valoran más por cómo soy, por mis cosas malas que me han visto. De niño me han visto que era un mataperro… Y me conocen más por eso, que por la obra que hago".
La última palabra del episodio es la de Roberto Canedo, que resume su encuentro con un artista singular, asegurando que que "me apetecía venir a verlo, y ahora, después de conocerlo y ver la potencia que tiene, es alucinante. Que haya llegado de aquí, de forma autónoma y autodidacta, a tener obra en todo el mundo, y tan auténtica.. Es una obra muy real".
El Mares de Jable es un proyecto de Fuerteventura Digital, apoyado con financiación del Cabildo de Fuerteventura, a través de las subvenciones al sector empresarial cultural insular de la Consejería de Cultura.